Pier Paolo Pasolini; poema corsario.
Presentación y traducción de Diego Tatian
"Para ser poetas hay que tener mucho tiempo: / horas y horas de soledad
son el único modo / para que se forme algo, que es fuerza, abandono / vicio,
libertad, para dar estilo al caos. / Yo ahora tengo poco tiempo: por culpa de
la muerte / que se me viene encima...".
Esa muerte llegó en la madrugada del 1 al 2 de noviembre de 1975 en Ostia, una playa cerca de Roma. Desde el preciso momento en que el cuerpo de Pier Paolo Pasolini apareció destrozado en esa tierra baldia junto al mar, surgió la sospecha -que desde entonces no ha dejado de crecer- de que se trató de un asesinato político. Una muerte extrema para una vida extrema.
Pasolini nunca dejó de ser comunista, un comunista salvaje que como ningún otro artista de su tiempo supo despertar el odio y la indignación en la derecha católica, como también la condena en el postmodernismo de la izquierda oficialista.
Intolerable para un ya eurocomunista Partido Comunista, fue expulsado de sus filas en 1949 a causa de su homosexualidad, con la excusa de una denuncia de la policía por corrupción de menores y obscenidad.
Un erotismo violento y clásico a la vez ocupa el centro de la obra literaria y cinematográfica de Pasolini, atravesada por un ideal de belleza homosexual que toma por modelo los rostros morenos de jóvenes obreros y campesinos de origen meridional.
Después de Teorema, película que fue secuestrada por las autoridades en medio de un escándalo, Pasolini filmó entre 1971 y 1974 la "trilogía de los placeres carnales": El Decameron -que obtuvo 80 denuncias por obscenidad, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. Su último film fue Saló, versión libre de Las 120 jornadas de Sodoma del Marqués de Sade, estrenado después de su muerte y destinado a convertirse en una película de culto.
El libertinaje como forma de vida, la libertad artística, el radicalismo político y la iconoclastia moral, más allá del escándalo provocado en la Italia conservadora, conmoverían también los valores consagrados por la cultura política de la izquierda, aunque sin ninguna concesión a un fácil rebeldismo.
La agitación estudiantil europea y norteamericana que tuvo su pico en el Mayo Francés de 1968, había comenzado en Italia unos pocos meses antes, en Valle Giulia, con un enfrentamiento entre estudiantes y policías el 1 de marzo del mismo año. La revuelta estudiantil encontraba su inspiración ideológica en un emergente pensamiento de izquierda postmoderna -como el de Marcuse- y obtuvo la adhesión de importantes intelectuales y artistas, generándose un conjunto de ideas y de prácticas que formaron la llamada "cultura del 68".
Sin embargo, otros intelectuales y políticos de izquierda desconfiaron del espontaneísmo anárquico del movimiento estudiantil, acusando despectivamente de "izquierdismo" (gauchisme) a sus miembros. George Marchais, entonces Secretario del Partido Comunista Francés, consideraba a los estudiantes como "hijos de grandes burgueses que abandonarán la llama revolucionaria muy rápidamente para dirigir la empresa de papá".
Al día siguiente de los episodios de Valle Giulia Pier Paolo Pasolini publicó en el Corriere delta Sera este texto de alto voltaje político, brillante, provocador, simplista, problemático, escandaloso una vez más. Un texto corsario, en fin, pasoliniano.
¡El PCI a los jóvenes!
Es triste. La polémica contra
el PCI se hacía en la primera mitad
del decenio pasado. Estdn retrasados, hijos.
y no tieneimportancia si por entonces no habían nacido aún...
Ahora los periodistas de todo el mundo (comprendidos
los de la televisión)
les lamen (como creo que todavía se dice en el lenguaje
de las Universidades) el culo. Yo no, amigos.
Tienen caras de hijos de papa.
Buena raza no miente.
Tienen el mismo ojo malo.
Son miedosos, inciertos, desesperados
(muy bien)aunque saben también cómo ser
prepotentes, vengativos y seguros:
prerrogativas pequeñoburguesas, amigos.
Cuando ayer en Valle Giulia se agarraron a trompadas
con los policías,
¡yo simpatizaba con los policías!
Porque los policías son hijos de pobres.
Vienen de las periferias, sean urbanas o campesinas.
En cuanto a mí, conozco demasiado bien
el modo en que han sido niños y muchachos,
las preciosas mil liras, el padre que siguió siendo muchacho también
a causa de la miseria, que no da autoridad.
La madre endurecida como un obrero, o tierna,
para cualquier enfermedad, como un pajarito;
muchos hermanos, la casucha
entre los huertos con la salvia roja (en terrenos
de otros, loteados); los bajos
sobre las cloacas; o los departamentos en los grandes
caseríos populares, etc. etc.
y luego, observen cómo los visten: como payasos,
con esa tela roída que apesta a guardarropa
rancio y a pueblo. Lo peor de todo, naturalmente,
es el estado psicológico al que han sido reducidos
(por cuarenta mil liras al mes):
sin más sonrisa,
sin mas amistad con el mundo,
separados,
excluidos (una exclusión que no tiene igual);
humillados por haber perdido la calidad de hombres
para ser policias (ser odiados hace odiar).
Tienen veinte años, la misma edad que ustedes, queridos y queridas.
Estamos obviamente de acuerdo contra la institución de la policía.
¡Pero agárrensela contra la Magistratura, y verán!
Los chicos policías
que ustedes por sagrado patoterismo (de elegida tradición
del resurgimiento)
de hijos de papa, han apaleado,
pertenecen a la otra clase social.
En Valle Giulia, ayer, hubo un fragmento
de lucha de clase: y ustedes, amigos (claro que de parte
de la razón) eran los ricos,
mientras que los policías (que estaban de parte
del error) eran los pobres. ¡Bella victoria,
la de ustedes! En estos casos,
a los policías hay que darles flores, amigos.
Pier Paolo Pasolini
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