La Sociología enseña que sin conocer la cúspide de la sociedad es imposible conocer la sociedad en su conjunto. Sobre todo porque dicha cúspide moldea de manera profunda e indeleble el conjunto de la sociedad imponiéndole su dominio económico, su visión del mundo, sus gustos, su cultura, su sistema político y económico y su concepción de los valores, las ideas y la moral. Es un hecho conocido que “el dominio de la burguesía se extiende realmente a toda la sociedad,... la burguesía tiende efectivamente a una organización de la sociedad entera de acuerdo con sus intereses”
(Georg Lukács, 1985, p. 133).
Pero existen determinadas sociologías que, en lugar de proporcionar instrumentos y conocimientos que permitan al común de los ciudadanos descifrar las claves ocultas que rigen nuestra vida y nuestra sociedad, pretenden justamente lo contrario: es decir, enmascarar la realidad entre las nubes de humo de fraseología hueca y de ideología ramplona, entendida ésta como una visión falsa de la realidad. Es por ejemplo la característica de la corriente “funcionalista”, merecidamente criticada ya que su “característica más notable es la oscuridad”
(A. Gouldner, 1970, p. 195).
Hay que reconocer también que, ante la fuerza de las imágenes rutilantes de las televisiones, las revistas del “corazón”, la prensa diaria y demás medios de alienación de masas, la función alienante del funcionariado sociológico, que pretende ocultar la realidad trucando encuestas y ocupándose del “sexo de los ángeles”, es ridículamente enana. Frente a la ocultación de la realidad, nosotros reivindicamos, como el gran sociólogo norteamericano C.Wright Mills, que la misión de la Sociología es contribuir a desvelar el presente. Y una de las partes mas escondidas y difíciles de observar y analizar del presente es la clase dominante, ya que como dicen dos brillantes sociólogos franceses, cuyos trabajos nos sirven de base teórica, “la pobreza se deja medir, auscultar, inventariar y describir. Para la riqueza la cosa es distinta ya que aprecia la discreción sobre su vida y su estructura” (Michel Pinçon, Monique Pinçon-Charlot, 1996, p.17).
Pretendemos analizar un grupo social del que se dice que ha desaparecido, ya que ha sido supuestamente liquidado por los avatares de la economía y los conflictos familiares, que ha sido dispersado por el azote terrorista e incluso por el intento de procesamiento por la Audiencia Nacional
del patriarca en jefe de las familias de Neguri. Intento frustrado que muestra,por cierto, que la oligarquía financiera no tiene nada que temer de tribunales especiales como el citado. Nosotros, por el contrario, vamos a demostrar que ese grupo no sólo existe sino que ocupa una función dominante en la economía globalizada, que goza de buena salud económica y política y del que se puede incluso decir que es la única clase social con verdadera conciencia de serlo, que existe en Euskadi (integrante asimismo nuclear de la clase dominante española) hasta tal punto llega su conciencia de sí misma, su identidad colectiva y su movilización en pos de su proyecto histórico: el de mantener y engrosar su riqueza y su poder, su patrimonio y su influencia, su control sobre el estado y la sociedad, forjados durante cinco generaciones.
Es un grupo que tras la destrucción del campo socialista euro-asiático dirigido por la Unión Soviética, ha visto con alivio como desaparecía la posibilidad mas o menos inmediata de una organización social alternativa incompatible con su propia existencia como clase dominante. Es algo que señalan los sociólogos ya citados: “El triunfo, provisional o no de la economía de mercado es también el de las grandes familias que ven desaparecer de la escena política y mediática los contramodelos económicos y sociales. Las posiciones dominantes pueden así parecer mas legítimas y mas seguras que nunca” (1996, p. 44).
Es por tanto, un grupo que ha vuelto a vivir en los años 90 y comienzos del siglo XXI grandes momentos de gloria, de excelentes negocios, de renovado y aumentado poder y prestigio. Grupo que se identifica con el lujoso y exclusivo barrio en que residen un número significativo de sus miembros: Neguri en el municipio de Getxo, provincia de Bizkaia. Grupo cuyo poder ha sido tardía y torcidamente reconocido por el diario madrileño El Mundo en estos términos con motivo del abandono de la presidencia del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) por su jefe de filas, Emilio Ybarra Churruca: Gracias al tal señor “nunca había sido tan grande el poder de las viejas familias de Neguri”.En realidad esta afirmación es otra inexactitud muy común de la falta de rigor del periodismo burgués: durante el régimen de la Restauración y bajo las dictaduras primorriverista y franquista su poder aún fue mayor, fue absoluto.
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