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En Brasil, una de las obras más significativas que aborda la Guerra Civil Española es la trilogía Los subterráneos de la Libertad que Jorge Amado escribió los años en los que estuvo exilado en Francia y que fue publicada en 1954. En las tres novelas que la componen –Los ásperos tiempos, Agonía de la noche y Luz en el túnel– un narrador omnisciente relata historias del escenario político brasileño y del español, ambientadas entre los años 1937 y 1940. Confluyen en la trama narrativas protagonizadas por personajes representativos de distintos grupos políticos e ideológicos.
De un lado, están los representantes de la oligarquía paulista, los señores del café, industriales y banqueros, políticos cercanos a Armando Sales de Oliveira, además de intelectuales y artistas que frecuentan, al mismo tiempo, el Palacio del Catete y los salones de Rio de Janeiro y de São Paulo.
Están también aquellos que ocupan la escena política nacional durante la Era Vargas, más específicamente los que comienzan a componer los cuadros políticos que le darán soporte al Estado Novo (1937-1945). Además de los conservadores vinculados al Partido Integralista, cuyos principios ideológicos se aproximan de los valores nazi-fascistas, componen también este grupo aquellos que buscaban un lugar en la nueva estructura de poder. Marcados por una ambición sin límites, estos personajes persiguen, a lo largo de la narrativa, el enriquecimiento fácil, a cambio defavores dados a la dictadura.
Es cierto que quienes forman parte de este grupo pertenecen a segmentos políticos diferentes. Están los que pertenecen a la aristocracia que está en el poder desde la proclamación de la República y están los “nuevos poderosos” que ascienden a la cima de la burocracia del Estado bajo el gobierno de Vargas. Sin embargo, a
pesar de las supuestas diferencias ideológicas, estos personajes todo el tiempo se inmiscuyen políticamente y van adecuando sus posicionamientos y sus principios éticos a aquellos que se van destacando en los círculos del poder. Rápidamente, los miembros de la elite, ya sea la paulista o la gaucha, encuentran el elemento que los aproxima: el loteo del Estado y los consecuentes instrumentos para la multiplicación de fortunas individuales.
Pero es en el polo opuesto al de las intrigas del poder que circulan aquellosque construyen la lucha de los trabajadores, bajo el comando del Partido Comunista.
Hombres y mujeres extremadamente disciplinados, que le dedican su existencia a un Partido centralizador, afinado con el gobierno soviético, más específicamente, con lasideas estalinistas.
Entre tanto, si, entre las elites que se turnaban en el asalto a las riquezas del Estado no hay espacio efectivo para la divergencia ideológica y de principios, del otro lado, entre los militantes del Partido, se empieza a construir una clara diferencia entre los comunistas, alineados con el estalinismo, y los trotskistas y anarquistas. Y, en la conducción de la narrativa, el narrador, vocero del autor militante del Partido
Comunista, no escamotea sus preferencias. Nos presenta personajes cuya construcción se realiza bajo el diapasón del estereotipo: los que frecuentan losgabinetes del poder y los que exhiben sus buenas relaciones con los poderosos en los salones de Río y de São Paulo son gordos, desleales, interesados, fútiles,
prejuiciosos, en fin, reúnen todos los predicativos negativos de seres despreciables.
Los comunistas, al contrario, son extremadamente leales, solidarios, corajudos y aguerridos en la militancia partidaria. Físicamente, en general, son presentados comopersonas de fisionomía dura, constitución física agigantada y, no pocas veces,poseedores de alguna característica que los infantiliza, como la mirada pura de unpequeño, la sonrisa de un niño, en fin, con elementos físicos que buscan metaforizar la pureza de su alma revolucionaria.
Aparte de representar, a lo largo de la narrativa, las tensiones entre estos dos grupos, el narrador, alineado con las perspectivas y con las intenciones políticas delautor bahiano, nos presenta también a los trotskistas y a los anarquistas que, como en las trincheras de la Guerra Civil Española, son descriptos por los estalinistas como loscompañeros que traicionan al Partido en nombre de una ideología que los aproxima más del nazi-fascismo que del marxismo. Esta es fundamentalmente la forma como se reproducen en la narrativa las tensiones entre los grupos políticos que componen la izquierda tanto en la España en guerra, como en el Brasil. El texto, le atribuye además a la militancia trotskista la responsabilidad por las dificultades enfrentadas por el Partido, “El trabajo marchaba lentamente y, en São Paulo, la acción de los elementos trotskistas y escisionistas dificultaba aún más el desarrollo político de la situación”
(Amado, 2006: 260), presenta didáctica y explícitamente la condenación política de León Trotsky impuesta por el gobierno de Moscú:
Más difícil era pensar que Trotsky fuera un agente del enemigo, ¿y quién lo duda hoy? ¿Y toda esa pandilla de los procesos de Moscú? Eran viejos miembros del partido bolchevique y, sin embargo, acabarondesenmascarados como agentes del enemigo. El enemigo no se contentacon cercarnos, sino que intenta también atacarnos desde dentro. (Amado,1980: 200)
La Guerra Civil Española como dato composicional de la narrativa Reiteradamente referidos en los tres volúmenes que componen la trilogía, los combates ocurridos durante la Guerra Civil Española parecen, a principio, un recurso más de construcción del ambiente sociohistórico de las novelas que materia narrativa
propiamente dicha. No obstante, además de varias alusiones a hechos puntuales de la Guerra, dos procedimientos narrativos hacen de las referencias al conflicto no un mero telón de fondo, sino un dato estructural que interfiere en la propia composición de la narrativa.
El primero de ellos se refiere a la inserción reiterada y, no poco asociada a los acontecimientos en España, de una de las banderas del PCB, el combate al avance del fascismo. Didácticamente, es en la voz de los personajes vinculados a la oligarquía, que aparece la defensa de los ideales fascistas como “salvadores del
mundo”, y en la voz de los comunistas la denuncia del peligro que ellos representan.
En el siguiente diálogo, establecido entre un poeta frecuentador de los salones y un médico con aspiraciones a rector de la Universidad de São Paulo, se pueden observar, resumidamente, los argumentos que se repetirán en los discursos de los personajes conservadores y que serán refutados por los militantes:
- Los integralistas –Artur hizo un gesto de desdén con la mano– gritan mucho y no hacen nada. Amenazas, amenazas y nada más...
Palabras en el aire..
- Pero son una fuerza –el poeta manifestó su desacuerdo–. El fascismo es una idea en marcha en todo el mundo. Ahí está Alemania, Italia, ahora España. Hace un momento hablaba de esto Costa Vale. Es la realidad de Europa.
El viejo profesor de Medicina movió la cabeza, ahora ya no con aprobación medrosa, sino con palabras de hombre convencido de lo que decía:
- Son una fuerza sí. Crecieron de un día para otro y cuentan con el apoyode la Iglesia, del Gobierno, de la Marina. Incluso de una parte considerable del Ejército... Y sus ideas, y que conste que no soy un
político, sino un científico que vive en su laboratorio, sus ideas meagradan... Son ideas serias, patrióticas, respetuosas para con la religión yel Estado.
(Amado, 1980: 22)
La obediencia a las leyes, en nombre de la manutención del orden y del progreso, y el respeto a las cosas de la Fe son solamente algunos de los elementos que, repetidos hasta el cansancio a los largo de los tres volúmenes que componen Subterráneos, aseguran la unidad estructural de la narrativa, cuya materia
fundamental es el embate entre los pensamientos conservadores de derecha y de izquierda. Otro elemento, sin embargo, rompe la linearidad y la simplicidad de esta estructura: la tensión propia de los momentos de transición que caracterizan tanto el contexto político brasileño como el español. La inminencia de la instauración de un nuevo orden político se moviliza al sabor de las diferentes ideologías. Un ejemplo de
esto se puede observar en el siguiente diálogo en el que un poderoso banquero carioca y el poeta del salón se refieren a la Guerra Civil Española para exponer sus expectativas en la victoria del fascismo allí y aquí:
- (...) Vean la diferencia entre la Alemania de Hitler y la Francia del Frente Popular. En Alemania hay orden, precisión en el trabajo, un ritmo acelerado, nada de huelgas, de desórdenes, de motines. En Francia es la anarquía, los comunistas amenazando a las instituciones más respetables.
- Y España... –se lamentó el poeta Shopel–. España ahogada en sangre…
(Amado, 1980: 24)
Como se ve en este fragmento, la defensa del papel disciplinante y coercitivo del Estado es el argumento de las elites para la manutención de las instituciones. Y la referencia a España en guerra que parece solamente lastimar por la muerte de los combatientes, se presenta en el horizonte político como una amenaza del horror que puede ocurrir por aquí si no se combate el avance del comunismo.
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