miércoles, 17 de junio de 2015

ELOGIO DE "EL CEMENTO". Mariategui

Mariátegui, un clasico iberoamericano.
He escuchado reiteradamente la opinión de que la lectura de El Cemento de Fedor Gladkov no es edificante ni alentadora para los que, fuera todavía de los rangos revolucionarios, busquen en esa novela la imagen de la revolución proletaria. Las peripecias espirituales, los conflictos morales que la novela de Gladkov describe no serían, según esta opinión, aptos para alimentar las ilusiones de las almas hesitantes y miríficas que sueñan con una revolución de agua de rosas. Los residuos de una educación eclesiástica y familiar, basada en los beatísimos e inefables mitos del reino de los cielos y de la tierra prometida, se agitan mucho más de lo que estos camaradas pueden imaginarse, en la subconciencia de su juicio.
En primer lugar, hay que advertir que El Cemento no es una obra de propaganda. Es una novela realista, en la que Gladkov no se ha propuesto absolutamente la seducción de los que esperan, cerca o lejos de Rusia, que la revolución muestre su faz risueña, para decidirse a seguirla. El pseudo-realismo burgués —Zola incluido— había habituado a sus lectores a cierta idealización de los personajes representativos del bien y la virtud. En el fondo, el realismo burgués, en la literatura, no había renunciado al espíritu del romanticismo, contra el cual parecía reaccionar irreconciliable y antagónico. Su innovación era una innovación de procedimiento; de decorado, de indumentaria. La burguesía que en la historia, en la filosofía, en la política, se había negado a ser realista, aferrada a su costumbre y a su principio de idealizar o disfrazar sus móviles, no podía ser realista en la literatura. El verdadero realismo llega con la revolución proletaria, cuando en el lenguaje de la crítica literaria, el término "realismo" y la categoría artística que designa, están tan desacreditados, que se siente la perentoria necesidad de oponerle los términos de "suprarrealismo", "infrarrealismo", etc. El rechazo del marxismo, parecido en su origen y proceso, al rechazo del freudismo, como lo observa Max Eastman en La Ciencia de la Revolución tan equivocado a otros respectos, es en la burguesía una actitud lógica, —e instintiva—, que no consiente a la literatura burguesa liberarse de su tendencia a la idealización de los personajes, los conflictos y los desenlaces. El folletín, en la literatura y en el cinema, obedece a esta tendencia que pugna por mantener en la pequeña burguesía y el proletariado la esperanza en una dicha final ganada en la resignación más bien que en la lucha. El cinema yanqui ha llevado a su más extrema y poderosa industrialización esta optimista y rosada pedagogía de pequeños burgueses. Pero la concepción materialista de la historia, tenía que causar en la literatura el abandono y el repudio de estas miserables recetas. La literatura proletaria tiende naturalmente al realismo, como la política, la historiografía y la filosofía socialistas.
El Cemento pertenece a esta nueva literatura, que en Rusia tiene precursores desde Tolstoy y Gorki. Gladkov no se habría emancipado del más mesocrático gusto de folletín si al trazar este robusto cuadro de la revolución, se hubiera preocupado de suavizar sus colores y sus líneas por razones de propaganda e idealización. La verdad y la fuerza de su novela, —verdad y fuerza artísticas, estéticas y humanas—, residen, precisamente, en su severo esfuerzo por crear una expresión del heroísmo revolucionario —de lo que Sorel llamaría "lo sublime proletario"—, sin omitir ninguno de los fracasos, de las desilusiones, de los desgarramientos espirituales sobre los que ese heroísmo prevalece. La revolución no es una idílica apoteosis de ángeles del Renacimiento, sino la tremenda y dolorosa batalla de una clase por crear un orden nuevo. Ninguna revolución, ni la del cristianismo, ni la de la Reforma, ni la de la burguesía, se ha cumplido sin tragedia. La revolución socialista, que mueve a los hombres al combate sin promesas ultraterrenas, que solicita de ellos una extrema e incondicional entrega, no puede ser una excepción en esta inexorable ley de la historia. No se ha inventado aún la revolución anestésica, paradisíaca, y es indispensable afirmar que el hombre no alcanzará nunca la cima de su nueva creación, sino a través de un esfuerzo difícil y penoso en el que el dolor y la alegría se igualarán en intensidad. Glieb, el obrero de El Cemento, no sería el héroe que es, si su destino le ahorrase algún sacrificio. El héroe llega siempre ensangrentado y desgarrado a su meta: sólo a este precio alcanza la plenitud de su heroísmo. La revolución tenía que poner a extrema prueba el alma, los sentidos, los instintos de Glieb. No podía aguardarle, asegurados contra toda tempestad, en un remanso dulce, su mujer, su hogar, su hija, su lecho, su ropa limpia. Y Dacha, para ser la Dacha que en El Cemento conocemos, debía a su vez vencer las más terribles pruebas. La revolución al apoderarse de ella total e implacablemente, no podía hacer de Dacha sino una dura y fuerte militante. Y en este proceso, tenía que sucumbir la esposa, la madre, el ama de casa; todo, absolutamente todo, tenía que ser sacrificado a la revolución. Es absurdo, es infantil, que se quiera una heroína como Dacha, humana, muy humana, pero antes de hacerle justicia como revolucionaria, se le exija un certificado de fidelidad conyugal. Dacha, bajo el rigor de la guerra civil, conoce todas las latitudes del peligro, todos los grados de la angustia. Ve flagelados, torturados, fusilados, a sus camaradas; ella misma no escapa a la muerte sino por azar; en dos oportunidades asiste a los preparativos de su ejecución. En la tensión de esta lucha, librada mientras Glieb combate lejos, Dacha está fuera de todo código de moral sexual: no es sino una militante y sólo debe responder de sus actos de tal. Su amor extra-conyugal carece de voluptuosidad pecadora. Dacha ama fugaz y tristemente al soldado de su causa que parte a la batalla, que quizás no regresará más, que necesita esta caricia de la compañera como un viático de alegría y placer en su desierta y gélida jornada. A Badyn, el varón a quien todas se rinden, que la desea como a ninguna, le resiste siempre. Y cuando se le entrega, —después de una jornada en que los dos han estado a punto de perecer en manos de los cosacos, cumpliendo una riesgosa comisión, y Dacha ha tenido al cuello una cuerda asesina, pendiente ya de un árbol del camino, y ha sentido el espasmo del estrangulamiento—, es porque a los dos la vida y la muerte los ha unido por un instante más fuerte que ellos mismos.

II
El Cemento de Fedor Gladkov y Manhattan Transfer de John Dos Pasos. Un libro ruso y un libro yanqui. La vida de la U.R.S.S. frente a la vida de la U.S.A. (Los dos super Estados de la historia actual se parecen y se oponen hasta en que, como las grandes empresas industriales, —de excesivo contenido para una palabra—, usan un nombre abreviado: sus iniciales). (Véase L'autre Europe de Luc Durtain). El Cemento y Manhattan Transfer aparecen fuera del panorama pequeño-burgués de los que en Hispanoamérica, y recitando cotidianamente un credo de vanguardia, reducen la literatura nueva a un escenario europeo occidental, cuyos confines son los de Cocteau, Morand, Gómez de la Serna, Bontempelli, etc. Esto mismo confirma, contra toda duda, que proceden de los polos del mundo moderno.
España e Hispanoamérica no obedecen al gusto de sus pequeños burgueses vanguardistas. Entre sus predilecciones instintivas está la de la nueva literatura rusa. Y, desde ahora, se puede predecir que El Cemento alcanzará pronto la misma difusión de Tolstoy, Dostoyevsky, Gorky.
La novela de Gladkov supera a las que la han precedido en la traducción, en que nos revela, como ninguna otra, la revolución misma. Algunos novelistas de la revolución se mueven en un mundo externo a ella. Conocen sus reflejos, pero no su conciencia. Pilniak, Zotschenko, aun Leonov y Fedin, describen la revolución desde fuera, extraña a su pasión, ajena a su impulso. Otros, como Ivanov y Babel, descubren elementos de la épica revolucionaria, pero sus relatos se contraen al aspecto guerrero, militar; de la Rusia Bolchevique. La Caballería Roja y El Tren Blindado pertenecen a la crónica de la campaña. Se podría decir que en la mayor parte de estas obras está el drama de los que sufren la revolución, no el de los que la hacen. En El Cemento los personajes, el decorado, el sentimiento, son los de la revolución misma, sentida y escrita desde dentro. Hay novelas próximas a, ésta entre las que ya conocemos, pero en ninguna se juntan, tan natural y admirablemente concentrados, los elementos primarios del drama individual y la epopeya multitudinaria del bólchevismo.
La biografía de Gladkov, nos ayuda a explicarnos su novela. (Era necesaria una formación intelectual y espiritual como la de este artista; para escribir El Cemento), Julio Alvarez del Vayo la cuenta en el prólogo de la versión española en concisos renglones, que, por ser la más ilustrativa presentación de Gladkov, me parece útil copiar.
"Nacido en 1883 de familia pobre, la adolescencia de Gladkov es un documento más para los que quieran orientarse sobre la situación del campo ruso a fines del Siglo XIX. Continuo vagar por las regiones del Caspio y del Volga en busca de trabajo. "Salir de un infierno para entrar en otro". Así hasta los doce años. Como sola nota tierna, el recuerdo de su madre que anda leguas y leguas a su encuentro cuando la marea contraria lo arroja de nuevo al villorio natal. "Es duro comenzar a odiar tan joven, pero también es dura la desilusión del niño al caer en las garras del amo". Palizas, noches de insomnio, hambre —su primera obra de teatro Cuadrilla de Pescadores evoca esta época de su vida. "Mi idea fija era estudiar. Ya a los doce años al lado de mi padre, que en Kurban se acababa de incorporar al movimiento obrero, leía yo ávidamente a Lermontov y Dostoyevsky". Escribe versos sentimentales, un "diario que movía a compasión" y que registra su mayor desengaño de entonces: en el Instituto le han negado la entrada por pobre. Consigue que lo admitan de balde en la escuela municipal. El hogar paterno se resiste de un brazo menos. Con ser bien modesto el presupuesto casero —cinco kopecks de gasto por cabeza— la agravación de la crisis del trabajo pone en peligro la única comida diaria. De ese tiempo son sus mejores descripciones del bajo proletariado. Entre los amigos del padre, dos obreros "semi-intelectuales" le han dejado un recuerdo inolvidable. "Fueron los primeros de quienes escuché palabras cuyo encanto todavía no ha muerto en mi alma. Sabios por naturaleza y corazón. Ellos me acostumbraron a mirar conscientemente el mundo y a tener fe en un día mejor para la humanidad". Al fin una gran alegría. Gorky, por quien Gladkov siente de joven una admiración sin límites, al acusarle recibo del pequeño cuento enviado, le anima a continuar. Va a Siberia, describe la vida de los forzados, alcanza rápidamente sólida reputación de cuentista. La revolución de 1905 interrumpe su carrera literaria. Se entrega por entero a la causa. Tres años de destierro en Verjolesk. Período de auto-educación y de aprendizaje. Cumplida la condena se retira a Novorosisk, en la costa del Mar Negro, donde escribe la novela Los Desterrados, cuyo manuscrito somete a Korolenko, quien se lo devuelve con frases de elogio para el autor, pero de horror hacia el tema: "Siberia un manicomio suelto". Hasta el 1917 maestro en la región de Kuban. Toma parte activa en la revolución de octubre, para dedicarse luego otra vez de lleno a la literatura. El Cemento es la obra que le ha dado a conocer en el extranjero".
Gladkov, pues, no ha sido sólo un testigo del trabajo revolucionario realizado en Rusia, entre 1905 y 1917. Durante este período, su arte ha madurado en un clima de esfuerzo y esperanza heroicos. Luego las jornadas de octubre lo han contado entre sus autores. Y, más tarde, ninguna de las peripecias íntimas del bolchevismo ha podido escarparle. Por esto, en Gladkov la épica revolucionaria, más que por las emociones de la lucha armada está representada por los sentimientos de la reconstrucción económica, las vicisitudes y las fatigas de la creación de una nueva vida.
Tchumalov, el protagonista de El Cemento, regresa a su pueblo después de combatir tres años en el Ejército Rojo. Y su batalla Más difícil, más tremenda, es la que le aguarda ahora a su pueblo, donde los años de peligro guerrero, han desordenado todas las cosas. Tchumalov encuentra paralizada la gran fábrica de cemento en la que, hasta su huida, —la represión lo había elegido entre sus víctimas—, había trabajado como obrero. Las cabras, los cerdos, la maleza, invaden los patios; las máquinas inertes se anquilosan, los funiculares por los cuales bajaba la piedra de las canteras yacen inmóviles desde que cesó el movimiento en esta fábrica donde se agitaban antes millares de trabajadores. Sólo los Diesel, por el cuidado de un obrero que se ha mantenido en su puesto, relucen prontos para reanimar esta mole que se desmorona. Tchumalov no reconoce su hogar. Dacha, su mujer, en estos tres años se ha hecho una militante, la animadora de la Sección Femenina, la trabajadora más infatigable del Soviet local. Tres años de lucha —primero acosada por la represión implacable, después entregada íntegramente a la revolución— han hecho de Dacha una mujer nueva. Niurka, su hija, no está con ella. Dacha ha tenido que ponerla en la Casa de los Niños, a cuya organización contribuye empeñosamente. El Partido ha ganado una militante dura, enérgica, inteligente; pero Tchumalov ha perdido su esposa. No hay ya en la vida de Dacha lugar para un pasado conyugal y maternal sacrificado enteramente a. la revolución. Dacha tiene una existencia y una personalidad autónomas; no es ya una cosa de propiedad de Tchumalov ni volverá a serlo. En la ausencia de Tchumalov, ha conocido bajo el apremio de un destino inexorable, a otros hombres. Se ha conservado íntimamente honrada; pero entre ella y Tchumalov se interpone esta sombra, esta obscura presencia que atormenta al instinto del macho celoso. Tchumalov sufre; pero férreamente cogido a su vez por la revolución, su drama individual no puede acapararlo. Se echa a cuestas el deber de reanimar la fábrica. Para ganar esta batalla tiene que vencer el sabotaje de los especialistas, la resistencia de la burocracia, la resaca sorda de la contra-revolución. Hay un instante en que Dacha parece volver a él. Mas es sólo un instante en que sus destinos se juntan para separarse de nuevo. Niurka muere. Y se rompe con ella el último lazo sentimental que aún los sujetaba. Después de una lucha en la cual se refleja todo el proceso de la reorganización de Rusia, todo el trabajo reconstructivo de la revolución, Tchumalov reanima la fábrica. Es un día de victoria para él y para los obreros; pero es también el día en que siente lejana, extraña, perdida para siempre a Dacha, rabiosos y brutales sus celos.
Федор Гладков - Цемент
En la novela, el conflicto de estos seres se entrecruza y confunde con el de una multitud de otros seres en terrible tensión, en furiosa agonía. El drama de Tchumalov no es sino un fragmento del drama de Rusia revolucionaria. Todas las pasiones, todos los impulsos, todos los dolores de la revolución están en esta novela. Todos los destinos, los más opuestos, los más íntimos, los más distintos, están justificados. Gladkov logra expresar, en páginas de potente y ruda belleza, la fuerza nueva, la energía creadora, la riqueza humana del más grande acontecimiento contemporáneo.



NOTA:
1 La primera parte del presente ensayo apareció en Repertorio Americano (Tomo XIX, Nº, 20; San José, Costa Rica, 23 de Noviembre de 1929) como Preludio del elogio de El Cemento y del realismo proletario; y fue trascrita en Variedades (Lima, 7 de Enero de 1930) bajo el título de El realismo en la literatura rusa. La segunda parte fue inserta, también en Variedades (Lima, 20 de Marzo de 1929), con un epígrafe semejante al de los restantes comentarios bibliográficos debidos a José Carlos Mariátegui: "El Cemento por Fedor Gladkov".
Al unificar ambas partes hemos adoptado como titulo el que se deduce de la publicación hecha en Repertorio Americano, pues nos parece obvio que tal era el propósito de su autor.

lunes, 8 de junio de 2015

Introducción a las Obras Escogídas de Marx-Engels



Hemos editado las O.E. en tres tomos
En la presente edición, aparecen los materiales ordenados del siguiente modo. En el primer tomo, se han reunido aquellas obras en las que se exponen predominantemente los problemas generales de la teoría y se sientan los fundamentos teóricos de la concepción marxista del mundo (materialismo dialéctico, teoría económica, doctrina del partido del proletariado, de su estrategia y táctica, doctrina de la misión histórica del proletariado y de su papel en la historia).
En el segundo tomo, se recogen principalmente las obras históricas y políticas de Marx. En sus comentarios sobre los acontecimientos históricos de su tiempo, Marx nos ha legado modelos geniales de aplicación del método de la dialéctica materialista, elaborado por él, al estudio de la historia concreta. Sobre los materiales históricos, las ideas de Marx encontraban su piedra de toque y su expresión concreta. Y al estudiar la experiencia histórica, desarrollaba la política y la táctica del partido proletario.
Las obras de Marx y Engels forman un todo único, se hallan penetradas por una sola concepción del mundo: la del comunismo científico. Desde el punto de vista teórico, son modelos de dialéctica materialista. No se las puede entender más que enlazadas a la lucha de masas del proletariado.
El comunismo científico toma su contenido teórico de todo lo que sucede en la realidad del desarrollo histórico. El problema no está en inventar un régimen social perfecto, como lo hacían los utopistas, sino en «investigar el proceso histórico-económico», cuya consecuencia necesaria es la aparición histórica de las clases, de la burguesía y el proletariado, y encontrar en la situación económica creada por el proceso histórico los medios para decidir la lucha. Marx emplea la expresión de «socialismo científico», «comunismo científico», por oposición al socialismo utópico que pretende inculcar en el pueblo nuevos fantasmas cerebrales, en vez de limitar su ciencia a estudiar el movimiento social desarrollado por el pueblo mismo».
Condición inexcusable de la lucha del proletariado, es su organización. El proletariado debe librar su lucha de un modo organizado, guiado por una teoría revolucionaria; sólo así adquirirá su lucha una fuerza invencible. La primera piedra de esta organización la pusieron Marx y Engels ya en 1847, con la creación de la Liga de los Comunistas. El «Manifiesto Comunista» era el programa de este partido.
En íntima relación con el movimiento revolucionario de masas del proletariado, luchando sistemáticamente contra el socialismo pequeño-burgués y contra el oportunismo, que suplantaban la lucha de clases por quimeras sobre la conciliación de las clases, Marx y Engels defendieron el partido de clase del proletariado, que dirige su lucha de clases, y elaboraron la estrategia y la táctica de este partido. La continuación directa de la obra de Marx y Engels, de su lucha por el partido proletario, fue la lucha que libraron Lenin y los bolcheviques contra todas las formas y variedades del oportunismo.
El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, hecho por Marx, encierra una importancia enorme para la lucha de la clase obrera; fue el que abrió la perspectiva para la más grandiosa revolución de todos los tiempos: la revolución proletaria. Dio al proletariado el arma teórica insustituible para dirigir su lucha por el derrocamiento del Poder de la burguesía, por la supresión de las clases, por el comunismo. Sobre esta base teórica, sobre la base del estudio concreto de la realidad en marcha, con ayuda del método creado por Marx, se forma también la ciencia que necesita la clase obrera para su lucha: la teoría marxista-leninista.
«La teoría –dice Stalin– es la experiencia del movimiento obrero de todos los países, tomada en su aspecto general. Naturalmente, la teoría deja de tener objeto cuando no se halla vinculada a la práctica revolucionaria, exactamente del mismo modo que la práctica es ciega si la teoría revolucionaria no alumbra su camino. Pero la teoría puede convertirse en una formidable fuerza del movimiento obrero, si esta teoría se forma en indisoluble relación con la práctica revolucionaria, pues ella y sólo ella puede infundir al movimiento la seguridad, la fuerza de orientación y la comprensión de las conexiones internas de los acontecimientos que nos rodean; pues ella y sólo ella puede ayudar a la práctica a comprender, no sólo cómo y hacia donde se mueven las clases en el momento actual, sino también cómo y hacia dónde habrán de moverse, en un futuro inmediato. ¿Quién sino Lenin dijo y repitió decenas de veces la conocida tesis de que «sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario»?.
El estudio atento de las obras de Marx y de su actuación permite comprender su método de trabajo, aprender su modo de abordar los fenómenos históricos y la lucha proletaria. Su actuación puede servir de modelo para dirigir la lucha actual del proletariado por el comunismo. A todo el que quiera continuar la obra de Marx, su labor y sus obras deben servirle de guía para estudiar los nuevos fenómenos sociales, para resolver las nuevas tareas prácticas.
A continuación de los artículos que dejamos enumerados, vienen las obras «Del socialismo utópico al socialismo científico» y «Manifiesto del Partido Comunista», que son la mejor introducción a la esencia de las ideas del comunismo científico. En estas obras, se habla de las tres partes integrantes del marxismo: se da una noción general de la base teórica del marxismo –la dialéctica materialista–, de las leyes que rigen el desarrollo de las relaciones capitalistas, de la situación revolucionaria del proletariado en la sociedad capitalista y de la misión histórico-universal de aquél, que de aquí se deduce: suprimir las clases y crear la sociedad comunista. En el «Manifiesto» se contienen los fundamentos, todavía hoy actuales, del programa y la táctica del partido proletario. Hablando del «Manifiesto Comunista», Lenin señala que en él se expone, «con claridad y brillantez geniales, la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente, que abarca también el campo de la vida social, la dialéctica, como la doctrina más multifacética y más profunda del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario histórico-universal del proletariado, creador de la nueva sociedad, de la sociedad comunista».
El primer tomo trata, además, de la teoría económica de Marx y del materialismo dialéctico, en su aplicación al estudio de la naturaleza (dialéctica de la naturaleza) y del desarrollo histórico de la sociedad humana (materialismo histórico).
De las obras de Marx consagradas a la teoría económica, damos aquí las conferencias pronunciadas por él en el Club obrero de Bruselas, en 1847 –«Trabajo asalariado y Capital»– y su informe ante el Consejo General de la Primera Internacional –«Salario, Precio y Ganancia»–. Estas dos obras son modelos de exposición popular y sirven de introducción a la esencia de la teoría económica de Marx, cuyo desarrollo y fundamentación completos se contienen en «El Capital», la obra fundamental del comunismo científico. En esta obra fundamental suya, trabajó Marx durante toda su vida.
En esta edición, sólo tomamos del «Capital» un fragmento, no muy extenso, del capítulo XXIV del primer tomo, en el que Marx hace el balance de su investigación y saca las conclusiones generales de la masa de materiales estudiados por él. En sus dos artículos sobre el «Capital», reproducidos aquí, y en el fragmento tomado de su prólogo al segundo tomo del «Capital», Engels traza en rasgos populares una síntesis del primer tomo de esta obra. En el fragmento del capítulo XXIV del primer tomo del «Capital», que se inserta a continuación, se expone la ley general del desarrollo de las relaciones capitalistas y se demuestra la bancarrota inevitable del capitalismo, la inevitable liquidación del régimen capitalista por la clase obrera, a través de su dictadura. Es uno de los modelos de aquella previsión científica, basada en el estudio de los hechos en todos sus aspectos, con la que nos encontramos en las obras de Marx y cuya justeza ha confirmado y confirma brillantemente todo el curso ulterior de la historia.
La lectura de todas las obras que dejamos enumeradas no tropieza con dificultades. Más difícil se hará la lectura de los artículos reproducidos a continuación, comenzando por el prólogo de Marx a su libro «Contribución a la crítica de la Economía Política». En estas obras, se trata, como ya dejamos dicho, de la filosofía del marxismo, del materialismo dialéctico, en su aplicación al estudio de la naturaleza y de la sociedad.
En su prólogo a la obra «Contribución a la crítica de la Economía Política», Marx relata el curso de sus estudios científicos y hace una exposición concisa, y al mismo tiempo completa, de los fundamentos de su teoría de la historia. En dos artículos sobre la citada obra de Marx, Engels caracteriza la significación y el contenido teórico de la teoría científica marxista. En una serie de cartas de Marx y Engels reunidas aquí, así como en el artículo de Engels «Sobre el materialismo histórico» y en el último capítulo del «Ludwig Feuerbach», se expone una síntesis magnífica del materialismo dialéctico, de la concepción materialista de la historia y del estudio materialista de ésta.
Finalmente, en la obra de Engels «Ludwig Feuerbach», se contiene una magnífica exposición del desarrollo de las ideas teóricas de Marx y Engels, se hace la crítica del materialismo (feuerbachiano) anterior a Marx y una exposición concisa de las ideas del materialismo dialéctico sobre la naturaleza y la historia.
En las obras de Marx y Engels, la claridad de exposición va asociada a la profundidad de contenido. En ellas, dice Lenin, «puede uno atenerse con confianza a cada frase, en la seguridad de que no hay ninguna escrita al azar, sino que todas se basan en enormes materiales históricos y políticos». Por eso, estudiar el marxismo acudiendo directamente a las fuentes es labor mucho más fácil y fructífera que hacerlo ateniéndose a otras diversas exposiciones. El que estudie a Marx y a Engels, pasa por la escuela más seria de trabajo científico. Pese a todas las dificultades, la lectura de sus obras es siempre extraordinariamente fructífera. El estudio de las obras de Marx y Engels aquí reunidas es la mejor introducción al caudal de sus ideas, da a conocer sus métodos y sirve de preparación para el estudio de obras más voluminosas y menos populares, principalmente para el estudio del «Capital».
En el marxismo, como dice Lenin, «no hay nada que se parezca al «sectarismo», en el sentido de una doctrina retraída y anquilosada, que haya brotado al margen de la gran ruta del desarrollo de la civilización humana». Marx se basa
«en el sólido fundamento de los conocimientos humanos, conquistados bajo el capitalismo. Después de estudiar las leyes del desarrollo de la sociedad humana, Marx comprendió la inevitabilidad del desarrollo del capitalismo, que lleva al comunismo y, lo más importante de todo, sólo demostró esto sobre la base del estudio más exacto, más detallado, más profundo de la sociedad capitalista, con ayuda de la completa asimilación de cuanto hasta hoy ha aportado la ciencia. Reelaboró críticamente todo lo que había sido creado por la sociedad humana, sin dejar de dirigir su atención sobre un solo punto. Reelaboró, sometió a crítica, contrastándolo sobre el movimiento obrero, todo cuanto había sido creado por el pensamiento humano y sacó aquellas conclusiones que los hombres circunscritos al marco de la sociedad burguesa o vinculados a los prejuicios burgueses no podían sacar».
Hemos citado aquí estas palabras de Lenin porque expresan con una claridad excepcional toda la importancia y el contenido teórico de la labor científica y práctica de Marx. Las palabras de Lenin nos dan una noción de la riqueza de contenido que en las obras de Marx se encierra. Se comprende, pues, que dadas las proporciones gigantescas de los materiales elaborados aquí por el autor, dada la riqueza excepcional del contenido de las obras aquí reunidas y la importancia de los temas tratados en ellas, se requiera una atención especial para el estudio de estas obras.
Saber aplicar en la lucha teórica y práctica por el comunismo los trabajos de los fundadores del comunismo científico Marx y Engels, saliendo al paso de las tergiversaciones socialdemocráticas y de otro género del marxismo: he aquí lo que debemos aprender del estudio de sus obras, he aquí lo que nos enseña el ejemplo de Lenin.
Hay que estudiar atentamente las obras aquí reunidas, releerlas una y otra vez, reiteradamente, enlazando este estudio con toda la labor práctica y apoyándose, para ella, en esta base científica. Todo el que trabaje por la construcción del socialismo, todo el que luche por la dictadura del proletariado, por el Poder soviético, todo el que combata por la liberación de los trabajadores, sacará de estas obras y aprenderá en ellas la clara conciencia de las tareas de la lucha que se está librando y la convicción inquebrantable del triunfo, basada en la comprensión científica de la lucha de clases que se desarrolla ante nuestros ojos.
Esta edición es, en realidad, la primera de su género. Hasta hoy, no existía una edición popular de las obras escogidas de Marx, una selección de sus obras que abarcase todos los períodos de su actuación y todas las partes integrantes de su teoría. La socialdemocracia no se planteó siquiera esta tarea.
La socialdemocracia oportunista, en su revisión del marxismo, no estaba interesada, ni mucho menos, en facilitar y poner verdaderamente al alcance de las masas el estudio de las obras de Marx, su actuación y su teoría revolucionaria. Sólo los Partidos Comunistas, partidos revolucionarios, se preocupan de estudiar sistemáticamente las obras de Marx, Engels y Lenin, difundiéndolas entre las masas y aplicando concretamente en la práctica las enseñanzas de estos grandes revolucionarios proletarios.
OBRAS ESCOGIDAS MARX-ENGELS en tres tomos.
1ª edición, Pamplona, 2015
21×15 cms., 500 págs.
Cubierta a todo color, con solapas y plastificada brillo.
PVP: 22 euros (CADA TOMO)
3 tomos 66euros .


miércoles, 3 de junio de 2015

EL CEMENTO (novela soviética recuperada por Templando)

EL CEMENTO (de próxima aparición en Templando el Acero)
las obras de Gladkov, Fadéiev, Ostrovski, Gaidar, Makarenko y los relatos épicos de Shólojov forman el núcleo de una literatura comunista netamente realista. Cada uno de esos autores tiene sus propios rasgos individuales, y sería equivocado incluir a todos en la misma escuela literaria; lo que tienen en común es que sus obras, muy diversas artísticamente, expresan creencias idénticas.
Fyodor Gladkov(1883-1958), hijo de un campesino del Volga, que se había visto obligado a convertirse en proletario, pasó su infancia en una pobreza sórdida. Sus padres trabajaban en las pesquerías del Mar Caspio y en las hilanderías del Cáucaso. Por su parte probó muchos oficios y vocaciones, hasta que por último se hizo maestro de escuela primaria. Después se unió al movimiento socialista, fue arrestado y exilado a Siberia. Empezó a publicar en 1900 y se volvió hacia el periodismo y la ficción. Sus primeros cuentos, muy influidos por Gorki y en menor medida por Korolenko, son impresionistas.
En 1922, dos años después de haberse afiliado al Partido, Gladkov publicó "El corcel de fuego", donde pintaba la revolución en la region cosaca de Kubán; su estilo era florido y anti-realista. Su novela siguiente, Cemento (1925), fue aclamada en la URSS como una feliz afirmación de la ideología comunista. Está escrita en el lenguaje emotivo y muy ornamentado del período;
El estilo afectado del original era sólo un procedimiento para evocar las duras realidades de la vida. Los héroes de esta «primera novela soviética de la clase trabajadora» son verdaderos proletarios. Después de tres años de luchar en el Ejército Rojo, Gleb Chumálov, ex obrero mecánico, vuelve a su ciudad, un puerto del Mar Negro (aparentemente Novorossiisk), pero encuentra que su casa y su fábrica han sido destruidas. El hambre y la desesperación han dispersado a sus camaradas obreros; la epidemia se ha llevado a sus hijos. Su mujer Dasha ha pasado por los horrores y las pruebas de la guerra civil, pero se ha convertido en una Mujer Nueva, consciente de sus derechos. Afirma su libertad en todas las cosas, incluso el sexo, y ya no acepta la actitud de macho conquistador de Gleb. A pesar de sus arrebatos de celos, Gleb tiene que adaptarse a las nuevas condiciones, y reconstruir su relación conyugal partiendo de la «nueva moral bolchevique». En general todo tiene que ser reconstruido; la vida exige una reconstrucción completa: fábricas, casas, ciudades y costumbres.
Pero lo más urgente es reanudar el trabajo en la fábrica semi-demolida y abandonada, la principal empresa de la ciudad. Gieb se dedica de todo corazón a esta tremenda tarea. Tiene que vencer la apatía de los obreros agotados por las privaciones y el derramamiento de sangre, la falta de materiales de construcción y la amenaza de los contra-revolucionarios cuyas incursiones causan estragos y pánico. Su entusiasmo y su inflexible fuerza de voluntad vencen a Kleist, viejo ingeniero enemigo de los soviets y encauza la energía de Badín, un burócrata libertino. A pesar de muchos errores y reveses, a pesar de las ansiedades personales y las dificultades familiares, Gleb triunfa finalmente y la reapertura de la fábrica simboliza una nueva era: «confiamos en la sangre y nuestra sangre hizo arder todo el mundo; ahora, templados por el fuego, confiamos en el trabajo», proclama Gleb en un discurso aplaudido por cientos de obreros.
ЦементHay escenas de tortura y varios episodios de violencia y muerte que recuerdan al Tarantino soviético Andréyev o, aun peor, a Artsybáshev; Sin embargo, todas esas deficiencias literarias no impidieron que Cemento tuviera un éxito tremendo en Rusia, así como en el extranjero. Traducida a todas las lenguas de la Unión Soviética, en 1937 se habían vendido dos millones de ejemplares y aún sigue siendo muy leída.
Varias son las razones de su popularidad. Esta novela verdaderamente «proletaria» subraya el tema principal de la literatura comunista: la victoria de la confianza sobre el escepticismo, del esfuerzo sobre la indolencia, del trabajo sobre la inactividad. Y establecía una pauta que nada tenía que ver con la perfección literaria: lo más importante para la ficción de la novela comunista era expresar la fe y mostrar el triunfo de la esperanza.
Además Gladkov señalaba el trabajo constructivo como vehículo para la reanudación de la vida normal, y en los años 20 esto estaba en la mente de todo el mundo. Los compañeros de viaje hablaban demasiado sobre el holocausto de la Revolución y la Guerra Civil, y aquí había, una novela sobre la reconstrucción material y la nueva ética. Gladkov también trató de introducir un nuevo héroe —su muy romántico Gleb es el primero de una larga serie de comunistas voluntariosos, tenaces— y una nueva heroína, la mujer que rechaza el viejo código moral y no quiere ser «simplemente un ama de casa y una esposa». Cemento trata todos estos temas de una manera más bien realista, manera que resultó ser accesible a las masas interesadas en la representación directa.
Цемент (1973)La mecánica del best-seller en Rusia es la misma que en los países capitalistas con la diferencia de que la base de la atracción general reside en el contenido y en la afirmación de una creencia inconmovible, más que en una historia de aventuras o de erotismo. En los Estados Unidos (y en Occidente en general) grandes sectores del público buscan en los libros sobre todo entretenimiento, excitación o evasión, pero los rusos están tan condicionados por la tradición y por la Revolución que esperan encontrar en la lectura un eco de sus propios pensamientos y una respuesta a sus perplejidades y ansiedades, o por lo menos una indicación de lo que es bueno o malo. En la Unión Soviética un público nuevo, menos sofisticado que el de la época pre-revolucionaria, pero mucho más numeroso, pide a las obras de ficción una inspiración moral y social; de ahí el hecho de que mientras la literatura occidental de segunda o tercera categoría produce simple escoria, la literatura soviética produce novela de entretenimiento pero didáctica.
Nada de lo que Gladkov escribió después de Cemento igualó jamás la popularidad de esta novela de la reconstrucción. ENERGIA(1933), descripción naturalista de la construcción de una gigantesca hidrocentral en el río Dnieper, tenía una trama no tan excitante y retratos sentimentales de ingenieros comunistas; la figura central Mirón Vataguin, un organizador del Partido que 'lo arregla todo y vence todos los obstáculos, es particularmente pálida y artificial.
Durante 'la Segunda Guerra Mundial Gladkov completó sus apuntes de la vida fabril de los Urales con "El juramento", una novela corta escrita en un 'lenguaje afectado acerca del trabajo heroico estimulado por sentimientos patrióticos. Mucho mejores son sus novelas autobiográficas.
Hasta 1927 no hubo en la literatura comunista otro éxito clamoroso; ese año apareció una novela de resueltos méritos estético, llamada "La derrota", pero es otra historia.
Gladkov con el gran Gorki.